sábado, 14 de julio de 2012

RIFT: Capítulo VI




6

—Te tomaste tu tiempo para volver ¿eh? —comentó en voz elevada el profesor, para que todos, incluyendo Christopher, lo escucharan.— Espero que con eso aprendas la lección y no vuelvas a distraerte en mi clase, jovencito—. Todos sus compañeros lo miraron y el chico apenado entró al salón cabizbajo.
—Además ¿no te da gusto que hayas vuelto a tiempo?—.  Continuó el profesor.

—¿A tiempo? ¿A tiempo para qué?— Preguntó Chris.

—A tiempo para borrar el pizarrón—. Respondió el sujeto mientras miraba a sus alumnos con complicidad, estos reían a carcajadas. Christopher se apenó enseguida al ser evidenciado. No tenía más opción, así que dobló su manga y la sujetó con la mano. Se acercó al pizarrón y comenzó a borrar los garabatos del maestro, algunas fechas y un mal dibujo de un planisferio.

—Siéntate—. Ordenó el profesor mientras metía sus libros en su maleta —. En lo que reviso estos papeles y enseguida les daré un anuncio.

Christopher obedeció sin chistar, se dirigía a su lugar ante la mirada divertida de sus compañeros, algunas burlas y comentarios mordaces se escucharon en toda el aula, incluso una bola de papel pasó rozándole la oreja. Los ignoró y tomo asiento en la única silla que quedaba vacía en el salón. Los gritos continuaban hasta que fueron cesados por la grave voz del profesor.

—Silencio. Ya… Cállense… Sánchez, guarda silencio. ¿Ya? ¿Todo bien? Bueno, prosigo…—.El profesor aclaró su garganta y los últimos murmullos se desvanecían como el viento. —…como recordarán hace algunas semanas, al inicio del curso les comenté de una excursión que tenía planeado organizar. Estos papeles —. Elevó las hojas que sostenía, como si con eso todos pudieran leerlas—. Son  la autorización de la dirección para el viaje. Así que…


Fue interrumpido por los gritos y silbidos de júbilo de sus alumnos. Christopher miraba la escena exasperadamente, los gritos lo irritaban, y el viaje realmente no le hacía mucha gracia. No estaba ni entusiasmado por ello, sólo se recargó en su pupitre y esperó a que todo terminara. Y esto fue posible gracias al profesor que nuevamente silenciaba a todo el grupo.

—…. Qué lío con ustedes. Bueno, prosigo… Así que el viaje será en unas semanas por lo cual requiero que todos ustedes traigan…

El agudo chirrido de la alarma encapsuló todo sonido dentro de la escuela. Los alumnos del salón se pusieron de pie instintivamente y se movieron tan rápido como el pequeño espacio entre los pupitres se lo permitía. Atravesaron la puerta y se desplazaron a pasos rápidos hacia las escaleras,  los profesores de los demás salones daban indicaciones a todos sobre las rutas de seguridad más eficaces. Christopher seguía a toda la multitud, de inmediato, como un eco, la voz de Marco retumbó en su mente: “evacuarán la escuela”.

Estaba ocurriendo, tal y como aquel chico de la enorme espada lo había pronosticado. Pero ¿Cómo era posible todo eso? Christopher le daba vueltas al asunto mientras seguía el rumbo de la marea de alumnos que se dirigían a la salida. ¿Podría ser sólo una coincidencia? Probablemente haya temblado casualmente y por eso estaban evacuando la escuela, porque no era probable que con una sola llamada de un joven de preparatoria se desalojara una instalación vital del gobierno. Las cosas extrañas seguían ocurriendo.
Existía desorden dentro del orden: los alumnos seguían un solo recorrido hasta el centro de la escuela. Se escuchaban los gritos, bromas y silbidos de todos los rincones posibles, incluso entre la multitud se veían compañeros que corrían sin tapujos, empujando alumnos y golpeando a quien interfiriera en su camino.

Christopher seguía analizando la causa de desalojo, intentó buscar con la mirada a alguno de los chicos que participaron en la batalla del jardín trasero de la escuela, ellos seguramente tendrían la respuesta. Sin éxito se encontraba estático en el centro de la escuela, rodeado de más alumnos, los profesores al presenciar que no había espacio suficiente decidieron desplegar a los alumnos restantes hacia las canchas deportivas. El chico sólo movía la cabeza de un lado al otro, buscando un rostro familiar que le diera respuestas: lo que en ese entonces escaseaba para él.


Christopher se movió apaciblemente, desplazándose entre la multitud de alumnos, rodeado de gritos y carcajadas. Intentó no golpear a nadie, pero por la concentración de alumnos no fue posible y recibió reprimendas y quejas de algunas alumnas delicadas que no podían ser tocadas ni por el sol. Al chico no le importó y así llegó hasta el borde del mar de gente. Sacudió la mano sobre su cabeza y una mujer se acercó a él. Ella le sonrió afablemente y él le devolvió el gesto, más por compromiso que por reflejo de su estado de ánimo, se preguntaba como la mujer podía estar sonriéndole en una situación de emergencia; concluyendo que si ella, siendo la vigilante de la escuela, una figura de autoridad; se encontraba calmada el resto de los alumnos la imitarían y se sentirían seguros. Christopher pudo comprobar esto, ya que cuando la mujer se acercó y le tocó el hombro sintió una tranquilidad de protección que le brindaba seguridad.
—Hola de nuevo, Chris—. Saludó entusiasta la mujer, Chris recordaba que a la hora de la entrada la había saludado, como cada mañana lo hacía. Desde ese entonces hasta la salida cada que se encontraba con la vigilante, ella lo saludaba de esa manera.

—Hola, Mary. Oye, este… ¿Qué está pasando? ¿Tiembla o algo así?

—No, hijo. Hemos recibido una llamada.

—¿Llamada de qué tipo? —. Preguntó curiosamente Christopher.

—Lo más habitual, una amenaza.

—¿… de bomba? —Concluyó preguntando  Christopher, frunciendo una ceja.
—Así es. Aunque ya sabes, la mayoría de veces es por alumnos traviesos que adoran la flojera—. Dijo Mary haciendo un gesto con la mano restándole importancia.

—O alguien que no quisiera hacer un examen.

La mujer rió con fuerza, algunos alumnos la miraron de reojo extrañamente y cuchichearon entre su grupo.

—Si, así es—. Dijo reincorporándose Mary—. Pero no podemos arriesgarnos ¿sabes? —. Tomando su radio comunicador que colgaba del cinturón.

—¿eh?

—Claro, puede que esa amenaza resulte cierta y nos ponga a todos en peligro—dijo enfatizando la última palabra y de inmediato se llevó el aparato al oído. Le hizo una seña a Christopher  que le indicaba que le permitiera un momento. El chico asintió y enseguida divisaba la multitud que se descontrolaba impacientemente a cada instante.

Mary al igual que el resto de vigilantes y  profesores daban indicaciones a los alumnos que se dirigieran a la salida de la escuela. Los aullidos de felicidad y aplausos reflejaba la alegría del alumnado al abandonar la escuela. Christopher sólo negaba con la cabeza, sintiéndose un poco decepcionado, pero no menos alarmado. La situación de la bomba ya de por sí era de cuidado, como Mary dice, nunca puede saberse si es una broma o un caso real, pero tomar las precauciones correspondientes nunca está de más. ¿Pero qué precauciones tomaría el chico con el incidente del jardín trasero del edificio? La bomba era peligrosa, si, pero quizá no tanto como una mutación de mantis gigante que escupe púas enormes y sujetos con armaduras y esferas que lanzan rayos que calcinan todo lo que tocan.

Cuando Christopher llegó a la salida el resplandecer de luces rojas y azules iluminaba las cercanías. Eran los automóviles policiacos que mostraban su presencia. Al cruzar el umbral de la escuela varios sujetos uniformados que portaban el logo policiaco en sus camisas, resguardaban la escuela. Christopher observó a un par de estos sujetos que conversaban entre si, al parecer decían información sobre la bomba. El chico se acercó discretamente para escuchar, incluso sus pasos se volvieron cortos y bloqueó el paso de varios alumnos que poseían una urgencia enorme por salir, provocando que le gritaran palabrotas y frases de menosprecio e irritación. Pero al fin se encontraba al lado del par de oficiales en la puerta, suspiró y movía la cabeza de un lado al otro fingiendo buscar a un conocido, así no sospecharían de él.

—… si, pareja. Pos’ no creo que hayan sido los chavos. Pos ya ves que casi siempre es así ¿no? Que llaman, y dicen y luego no es nada.

—Ah, Simón—. Confirmaba el policía a su compañero, mirándolo como si se tratase de un tema de interés general, o éste estuviera dando una conferencia de física.

—Pero , pos’ igual y hoy si hay acción.

—¿Ah? —exclamando el policía y haciendo un gesto de incredulidad al echar la cabeza hacia atrás.

—Ey… porque ‘ira. Siempre llaman acá, a la escuela —. Haciendo un ademán con la cabeza y señalando a sus espaldas donde la escuela se encontraba—. Y pos’ son los chavos, y así pos’ la escuela se da luego, luego cuenta. Pero hoy no, pareja.

—¿Por?

—Porque si, es que ‘ora la llamada la hizo la delegación a la escuela. Entonces, pos si…

—… ¡oh! —exclamó el otro muy interesado en la explicación de su compañero que a su vez era una respuesta que le exigía que continuara con la teoría. Christopher sólo apretaba los labios para evitar que se le escapara una risita al escuchar la conversación policiaca, pero con ese acento al hablar del par de uniformados era imprescindible no sentir gracia o diversión.

—…si, este, entonces pos’ la delegación recibió la llamada y le avisó a la escuela. Entonces pos igual si hay bomba hoy, pareja.

—Pero no me quiero meter, ¿qué tal que si, si explota? —la preocupación se marcaba en el rostro del policía que por primera vez no respondía con monosílabos—. Y pues tengo a mis niños y se quedan sin su papi, no, imagínate.

—Pos’ eso sí, pero es la chamba, es la chamba, además…
Christopher había escuchado lo suficiente, sabía desde luego que no se trataba de una broma o de serlo estaba mucho más elaborada para que esta fuera pasada por creíble y cierta. Se alejó de los policías y junto con ellos de la entrada. Salía caminando sin rumbo, sólo quería irse de ahí, llegar a casa y meditar lo ocurrido, intentar descubrir la verdad, de todo aquello que no tenía mucho sentido. De nuevo la voz de Marco se apoderó de su cerebro, pero esta vez no era un recuerdo de un hecho vivido sino que sus oídos eran los receptores de aquella voz grave cuyo propietario era el jugador de americano que hacía unos instantes portaba una espada inmensa. Esa voz, se dirigía a un grupo, a quien informaba “los vería después”. Christopher quería voltear de inmediato y confrontar a Marco, quería preguntarle de los monstruos, el mensajero de ropas, las armas, la evacuación de la escuela. La evacuación ¿Sería posible que ese chico de gran tamaño tuviera tanta influencia para poder cerrar la escuela?

Pensó en voltear y amenazar a Marco, pero después lo consideró absurdo dadas las circunstancias de tamaño y fuerza, si iba a demandarle respuestas la intimidación física no era un buen comienzo. Pensó apresuradamente, de no hacer algo rápido, Marco se iría y  Christopher se iría a casa con sus dudas y probablemente ese día no podría dormir con tantos sin sentidos en la cabeza.

Una gran mano se posó sobre el hombro de Christopher, se dio cuenta del tamaño porque le cubría prácticamente del cuello hasta la curvatura del hombro. Supo de inmediato quien era, pero no volteó, se acobardó de inmediato. Esa presencia de grandeza lo abrumaba, y el calor corporal de esa persona tras él, se intensificaba.

De nuevo esa voz grave se dejaba oír, pero lo hacía únicamente para los oídos de Christopher, aquel susurro le recorría todo el cuerpo, como un escalofrío. Su mente captó todas y cada una de las palabras que Marco le decía, pero no pudo asimilarlas hasta que el grandote le soltó del hombro y se alejaba: “—¿Sorprendido, novato? Descubre RIFT”. 

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