Un golpe estruendoso y metálico lo hizo volver la vista. La mantis blandía sus cuchillas frente de sí, tal como si intentara espantar algún insecto volador. El chico observó la escena con detenimiento y percibió cosas que hasta entonces no había notado: Tras la criatura había una grieta luminosa de color verde limón, había varios bultos en el suelo y éstos brillaban, iguales a los sujetos con armadura que rodeaban a la criatura, pero estos yacían inmóviles. Estaban muertos. Sus ojos recorrieron todo el lugar con rapidez y cayó en cuenta que no era el único joven ahí, tres chicos más habitaban la zona. Dos llevaban ropa normal: jeans y playeras de manga corta, el otro vestía un jersey azul. Todos usaban tenis.
Aquellos tipos portaban armas que parecían devastadoras como sorprendentes. El chico del jersey, ese de cabello negro y piel morena; arrastraba fácilmente por el suelo una espada gigantesca que dejaba una fina línea por doquiera que la deslizaba. Uno más de playera negra y unos audífonos en el cuello, de complexión delgada y alta, empuñaba una lanza un tanto peculiar: era un hasta de por lo menos tres metros, a la mitad se separaba y podía doblarse en mitades. El chico la movía con destreza haciéndola caer como si del aguijón de un escorpión se tratara e impactando a los tipos de armadura brillante, también lanzaba estocadas directas y debido al pliegue podía moverse hacia los lados sin dificultad. El chico restante, llevaba el cabello negro, corto y desalineado, una playera roja que ya había sido rasgada en la cintura, en el pecho y en las mangas, dejando ver unos arañones — y un poco de sangre —en su blanquecina piel. En ambas manos llevaba armas de fuego, tenían el cañón largo y de un color plateado brillante. Bajo el mango, se encontraba un riel que se prolongaba hasta sus codos y terminaba en una punta aguda y afilada. A lo largo del riel se hallaban cuatro anillos uno más grande que el anterior, le rodeaban el brazo, todo parecía ser parte de la misma arma.
El miedo del recién llegado se disipaba y era intercambiado por un sentimiento de esperanza y seguridad, sujetó fuerte el revólver con ambas manos, dio un par de pasos y apunto hacia la criatura. Ésta de inmediato percibió las intenciones del chico, por lo que bajó su cabeza y de ambos lados de su cuello se abrían unas membranas circulares en dirección al chico.
— ¡Muévete! —Escuchó a su lado, pero no volteó. Sólo tomó su tiempo y disparó.
La criatura lanzaba de las membranas un par de estacas afiladas, una de ellas curiosamente fue golpeada por la bala del revólver y salió desviada marcando espirales en el aire. Sin embargo el otro proyectil aún impactaría el chico que nuevamente se había petrificado.
La estaca hubiese dado en el cráneo del recién llegado, de no ser porque de nueva cuenta se encontraba extrañamente en el suelo, mirando hacia arriba sin saber de nuevo que había pasado. El proyectil se había clavado en el muro, sólo se asomaba la mitad. Él chico sentía presión en sus tobillos, algo lo sujetaba, pero tampoco podía verlo.
Un sonido parecido al de un ventarrón se dejó escuchar, enseguida una apareció una chica a su lado, que le sujetaba los tobillos. Era ella quien lo había derribado y le había salvado la vida. Ella se encontraba de rodillas en el suelo, se puso de pie y el chico pudo verla por completo: llevaba el cabello hasta los hombros, las puntas arqueaban hacia arriba y todo lucía un color carmín que combinaba con su vestido. Llevaba un par de botas marrones que hacía juego con los guantes de piel que llevaba. Él la miró atónito, y sonrojándose al momento.
La pelirroja levantó una ceja y miró el revólver en la mano del chico. Se inclinó de nuevo y lo tomó.
—No sé porque tienes esto, pero hazme un favor y quédate aquí tirado. Eso se te da bien. —Comentó con una voz tranquila como arrogante, abrió la recámara y comprobó los tiros que aún le quedaban.
Miró el combate frente a ellos y a pasos lentos se encaminó a la pelea. Se detuvo en seco y volvió a mirar al chico en el suelo. Se quedó mudo.
—Sólo ruega que no te vean. — Extendió su mano frente a él e hizo varios trazos de arriba abajo como si estuviese limpiando un vidrio.
De inmediato continuó la marcha mientras disparaba a quemarropa contra los tipos de armadura, impactándoles en el pecho y en algunas otras extremidades. En cada lugar donde los tiros impactaban se creaba una ligera explosión provocando un baño de sangre y partes de armadura. El chico recordaba que el arma no hacía tanto daño, sino sólo disparos corrientes como las armas convencionales, pero al parecer ella había movido algo de más y provocaba ese efecto devastador.
La armadura del insectoide era demasiado rígida: los balazos rebotaban y los espadazos sólo sacaban chispas al impactar pero no lograban provocarle daño alguno. Los tipos en armadura habían sido exterminados casi por completo, sólo un puñado de ellos se mantenía de pie y esquivando las balas de la pelirroja y de aquel chico de piel blanquecina. A su vez contraatacaban con las orbes que flotaban sobre sus manos, lanzando haces luminosos. Otros convertían esas esferas en espadas blanquecinas que blandían contra los chicos.
El tipo de la lanza flanqueó a la criatura y al posicionársele detrás, comenzó a escalarle por la espalda. A veces estaba a punto de caer pero hacía equilibrio con su arma, o la apoyaba sobre el enemigo y la usaba como garrocha para acceder más alto. Llegó hasta la cabeza, mientras el resto se deshacía de los más pequeños. Así pudo tener suficiente tiempo para colocar su arma bajo la armadura de la criatura, aplicar fuerza y al hacer palanca lograba desarmar pedazos de la protección parte por parte.
La enorme espada del tipo del jersey se encajó de lleno en una abertura. El insecto chilló aguda y prolongadamente. Un torrente de líquido amarillento salía a presión de la herida bañando al chico. El dolor provocado orilló a la criatura a lanzar estocadas al aire, golpeó al tipo de la espada en uno de sus costados y éste salió disparado por los aires e impactando de lleno contra uno de los muros invisibles que delimitaban el campo de batalla.
Un chasquido sonó en las cercanías, nadie lo había escuchado, salvo aquel joven que se encontraba oculto tal y como la pelirroja le ordenó. Permanecía hasta ese momento inmóvil, estando a la expectativa del combate, moviendo los ojos de un lado hacia el otro y tensando el cuerpo cuando algo sorprendente ocurría. De inmediato levantó la mirada, un extraño resplandor rojo llamó su atención. Boquiabierto contempló la pequeña esfera de luz que se sostenía a pocos metros de él. La esfera comenzó a extenderse hacia abajo, emitiendo un rugido eléctrico y estruendoso. El chico sólo se llevó las manos a los oídos intentando no hacer algún movimiento brusco.
El combate se había prolongado para entonces. Los sujetos de armadura habían sido exterminados, salvo uno que parecía ser más escurridizo a los ataques. El chico de playera roja corrió hacia él, intentando aproximarse para tener un tiro más certero. El tipo de armadura volvió la esfera en espada en cuestión de instantes, lanzó una estocada al joven que por poco le da de lleno en el estómago, sin embargo no pudo evadirlo por completo, le rozó la pierna: desgarrándole el pantalón y quemándole la pierna. Iba cayendo y antes de que su espalda impactase el suelo, ajustó sus armas, uno de los anillos en el riel se acercaba al mango de sus armas. Accionó el gatillo y de los cañones salieron un par de disparos, que al impactar al tipo de armadura lo deshicieron por completo, arrojando partes de su armadura, extremidades y pedazos de carne humeante por todo el sitio.
La pelirroja sitiaba a la criatura continuamente, ésta continuaba sangrando a cada instante. Y después de llenarle el cuerpo de agujeros, la mantis impactó el suelo, se retorcía hacia sí misma, malgastando las últimas energías que le quedaban, hasta que se quedó inmóvil, muerta, mientras sus ambarinos ojos se apagaban convirtiéndose en un par de esferas oscuras con algunas cuarteaduras en ellos.
Los chicos estaban exhaustos, heridos y las municiones casi se habían agotado. Sólo tuvieron un tiempo de descanso, cuando la grieta roja se abrió por completo. Emergieron tres criaturas de piel oscura, eran pequeñas como un perro, de igual manera se movían en cuatro patas, y un par de extremidades más saliendo de sus hombros y extendiéndose hacia enfrente; una cola larga y negra, y por si fuera poco garras, colmillos afilados y perforadores. Los animales parecieron adoptar una formación estratégica, dibujando un triángulo. Comenzaron a olfatear.
El chico que estaba oculto comenzó a temblar, el miedo se apoderaba de nuevo de él y toda esa seguridad que le proporcionaban los demás jóvenes, se desvaneció por completo al verlos heridos y cansados. Se encontraba indefenso, paralizado, asustado y por la proximidad, él sería seguramente el primer objetivo que aquellas bestias desgarrarían.
1 comentario:
Un poco tarde pero qui estoy XD
Interesante dark, tu estilo me recordo al libro de Correr o morir.
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