miércoles, 22 de febrero de 2012

RIFT: Capítulo II

Unos hilos de sangre se escapaban de las comisuras de la boca de la chica. El joven se quedó atónito mirándola, no sabía qué hacer, sólo permanecía ahí, inmóvil, como roca.

—B..b…b… —Ella balbuceaba, intentando decir algo, pero en su lugar sólo tosía bocanadas de sangre, algunas gotas cayeron en el rostro del chico, la humedad y calidez de ésta lo sacaron de su ensimismamiento. Sacudió la cabeza como si le hubiesen dado un fuerte golpe y parpadeó varias veces para asegurarse de que esa escena sangrienta era real, sus ojos se desviaron a las de la chica, que extrañamente se encontraba con vida. Él sabía que ningún humano normal podría soportar un castigo tan brutal en el cuerpo, y con toda esa sangre que había en el suelo, sería imposible que ella permaneciera consciente e intentando comunicarle algo.

Metió su mano al bolsillo y de inmediato sacó su celular, comenzó a marcar y llevó el aparato hacia su oído.

—Id…idiota. —El teléfono cayó al suelo. La chica lo insultaba y con gran esfuerzo había levantado su mano para golpear la del chico y que el aparato cayera. Dejó tres líneas rojas marcadas en la mejilla de él.

—Pero estás heri… —Calló de repente cuando miró los ojos coléricos de la chica, ese par de penetrantes orbes verdes que  el muchacho juraría lo atravesarían de lado a lado. Ella tosió de nuevo, pero ésta vez no por intentar gritar, sino para aclarar su garganta, si le era imposible hablar fuerte, tal vez los susurros serían más efectivos.

—No… ambulancia.

— ¡Vas a morir si no hacemos algo! —Le espetó de inmediato el chico mientras miraba a su alrededor  y buscaba algo que le pudiera ser de ayuda.

—Le…levántame. —Le ordenó.
El chico se disponía a ayudarla cuando ella aplicó fuerza en las plantas de los pies y se deslizaba hacia arriba de la pared, recargándose. Sus jeans azules se tornaban marrones por la sangre que comenzaba a secar, la herida del abdomen se veía más pequeña a como el joven la recordaba. Ella llevó su mano izquierda a un costado, buscando algo, él sólo observaba con una expresión curiosa, expectante pero sin dejar de lado la impresión y el horror que sentía en ese instante.
Un arma pequeña, parecida a la de las fuerzas policiacas de la ciudad, se encontraba en los sangrantes  dedos de ella y se la entregaba a su acompañante.

—No voy a matar a nadie. —Negaba con la cabeza y retrocedió un par de pasos.

—Tómala… por favor.

—Quiero ayudarte, en verdad, pero no dispararé a nadie.  Iré por ayuda, espera. —Dijo el chico. Enseguida se dio la vuelta y se echó a correr de donde había venido. Miraba atrás constantemente para asegurarse que ella estuviese aún consiente, pero no dejaba de avanzar.

Había llegado a la esquina y se disponía a darle vuelta al edificio, un estallido ocurrió ante sus ojos, sintió un dolor muy fuerte en la frente y su cabeza vibraba, enseguida abrió los ojos y cayó en cuenta que se encontraba en el suelo. Se llevó ambas manos a las sienes, intentando frenar la contusión. Parpadeó para alejar las lucecitas que vislumbraba por el golpe y a su pesar se puso de pie. Miró a todos lados, pero todo seguía igual: La chica recargada en el muro, el prado desolado tras el edificio, la sangre en el suelo. No entendía como se había golpeado, nada parecía interponerse en su camino. Reanudó la marcha, pero a paso tranquilo, cuidando sus pasos y su frente. Al llegar de nuevo a la esquina sintió un pequeño toquecito en la frente y otro más en la punta de su pie. Extendió las manos y estas se posaron sobre algo, algo que él no podía ver, pero que ahí estaba, era sólido, frío  y le impedía salir. Se giró intentando buscar otra salida, de nuevo miró a la chica, que poco a poco se incorporaba e intentaba mantenerse en pie sin éxito.

Se agachó y tomó un par de piedras,  pensó en arrojarlas y ver hasta donde llegaba el bloqueo, cuando levantó la mano para arrojar las piedras, una estaca parecida a la que se encontraba en el cuerpo de la chica, impactó a su lado, golpeando la cosa invisible y produciendo un golpe seco y metálico. La estaca no se rompió, pero de inmediato salió despedida hacia arriba, giraba por los aires y caía en picada en el suelo, enterrándose.

Todo era muy confuso para él, no sabía qué hacer. Corría peligro y no podía escapar, se encontraba en un área extraña que se parecía mucho al prado escolar donde habitualmente jugaban futbol llanero, salvo que volaban estacas puntiagudas, paredes invisibles y había chicas malheridas con armas de fuego. De inmediato se angustió y supuso que ella sabría qué es lo que ocurría.

Regresó con la joven, tragando saliva y respirando entrecortadamente como efecto de la angustia y el miedo.

—Es tarde, tendrás que ir… —ella tosió nuevamente, mientras se desplomaba en el suelo.

— ¿Qué? ¿A dónde? ¿Es posible salir de aquí? —Cuestionaba horrorizado.

—Tómala y dirígete hacia allá. —decía mientras señalaba con la pistola hacia el prado desolado.

Rápidamente sujetó el arma entre sus manos nerviosas y miró a la chica, comenzaba a temblar y sus dientes tiritaban a su vez.

—Sólo ve… y mantente…— Ordenaba la chica, hablaba entrecortadamente y sus ojos se cerraban con lentitud. Él casi podía sentir como los últimos vestigios de vida se escapaban con las palabras que decía. —…con vida.

La respiración de la joven se desvanecía, su pecho apenas y se movía. No había más opción. Él sabía que si deseaba salir de esa pesadilla tendría que hacer justo lo que ella ordenaba; pero no tenía sentido. Se preguntaba si todo era una broma, o un sueño terrible, pero el golpe que se dio en la cabeza y el dolor que sintió le hizo recordar que todo era real. No tenía sentido caminar hacia un prado desolado y encontrar respuestas y una salida no era visible desde donde él estaba. Aunque ya nada tenía sentido si una pared invisible lo mantenía confinado dentro de la zona, la cual era peligrosa y extraña.

Caminó titubeante hacia el prado, aún podía ver las dos piedras alineadas que servían de portería en los lados del campo, la hierba verde sobre el muro de la escuela que da a la calle y la malla que impedía entrar o salir, con su respectivo alambre de púas en la parte superior. Algunos árboles a las orillas y unas ramas sobre el césped.

Caminaba, caminaba y no ocurría nada. Hasta ese instante que un escalofrío le hizo cerrar los ojos y sacudir todo su cuerpo. Cuando sus orbes marrones se abrieron fue testigo de una escena que encajaba perfectamente con todo el horror que había presenciado hasta entonces: Una criatura  enorme, parecida a una mantis con tenazas puntiagudas, ojos saltones y amarillos, se encontraba en el centro del campo. Era color marrón y con recubrimientos metálicos alrededor de su cuerpo. Bajo la criatura se hallaban algunos sujetos con armaduras brillantes y unas esferas blancas en las manos. El terreno parecía el mismo, el prado verde y la reja en el muro. El chico quería volver de inmediato, salir de esa pesadilla y encontrarse de nuevo en la seguridad de su hogar. Volteó hacia atrás y no pudo ver a la chica, ni las estacas en los muros, sólo al edificio vació e intacto a como él lo recordaba.

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