Los animales buscaron en su alrededor. Sin duda percibían un aroma de algo en particular aunque no tenían la certeza de su ubicación exacta. Una de las criaturas se frotaba con sus garras la nariz, como si aquello que oliera le afectara o fuese realmente desagradable. El chico sólo los miraba, aterrorizado e inmóvil. Probablemente seguiría el consejo de la pelirroja y permanecería oculto, pero era tanta su angustia que pensó en echarse a correr, aun cuando aquellos perros bizarros fuesen muy rápidos y lo alcanzarían en cuestión de segundos.
Contrario a la advertencia de la chica, hizo caso a su sentido común y enfiló sin rumbo. Uno de los animales se abalanzó sobre él, tendiendo las garras hacia delante de tal suerte que si lo alcanzaba sería difícil desprendérsele. El chico corría, agitado y con la adrenalina a tope.
—¡Te dije que no te movieras!— le riño la pelirroja. Sus compañeros voltearon a verla y se prepararon de nuevo para la escaramuza, comenzando a moverse hacia el chico perseguido.
Éste miró hacia todos los lados hasta que orientado por la voz de la chica se encontró con los demás. Se dirigió hacia ellos a toda velocidad, cuando uno de los perros dio un salto largo, alcanzándolo y derribándolo. Una nube de polvo se levantó de inmediato, el chico se encontraba boca arriba, observando las fauces abiertas de su captor y viendo como se preparaba a dar un fuerte mordisco.
Un fuerte estruendo se escuchó y aquel que yacía en el suelo se encontró cubierto de sangre y trozos de carne sobre su torso y cara. Sintió una presión sobre su cuerpo: era el cadáver del animal que caía sin cabeza sobre él. Se apoyó en las palmas de las manos y comenzó a desplazarse hacia atrás, mirando como el cuerpo aún se retorcía y arrojaba arañazos aleatoriamente.
—Buen tiro, Mich— escuchó tras él.
—Gracias. — dijo la pelirroja.
—Nada mal para ser una chica.— Comentó el chico que portaba la lanza.
Ella sólo emitió un bufido de desaprobación mientras se posicionaba al lado del chico que se encontraba en el suelo, los demás la imitaron, formando una valla alrededor del caído. El par restante de animales, que de igual manera había seguido a su líder, se detuvieron en seco al verlos a todos reunidos. Ajustaron sus armas y se prepararon para lo inesperado.
—¡Ah, con que sigues vivo!—. Le dijo la chica al joven que recién se levantaba del suelo.
—Todo gracias a ti…
—Claro, niñito, agradéceme después. Por ahora lárgate de aquí — le cortó la pelirroja sin apartar la mirada de sus adversarios.
—Discúlpala, los modales nunca han sido su fuerte—. Intervino el chico de playera roja—. Por cierto, soy Bruno, ¿y tú eres?
—Chri… —titubeó mientras no dejaba de ver los colmillos afilados de los perros frente al grupo— Christopher.
—Christopher ¿eh?, mucho gusto. Disculpa que no sea un momento oportuno para darte la mano y ponernos a hablar de videojuegos o de chicas. —respondió Bruno con un tono de burla y ecuánime.
—Chicas, chicas ¿qué los hombres siempre piensan en eso? Pero claro, hasta la pregunta es tonta, ¡Seguro que lo hacen!— dijo la joven.
—Aquí la maleducada gritona es Michelle — Bruno, haciendo caso omiso al comentario sagaz, señaló con la cabeza introducía a sus compañeros—. El grandote es Marco y él es Ulises—. Decía al voltear a ver al chico de la lanza.
—Es un gusto conocer… —respondía Christopher, pero fue interrumpido de repente cuando ambas criaturas se lanzaban hacia él.
Instintivamente todos contraatacaron: Michelle perforaba el cuerpo de uno de los perros mientras Marco lo partía en mitades de un tajo vertical al usar su gran espada. Bruno asestaba rápidamente impactos de bala con precisión en los hocicos de las bestias, mientras Ulises empalaba al animal restante, éste quedó cerca de Michelle. La criatura aún tenía un aliento de vida y en lugar de atacar a la chica, se giró con un último esfuerzo hacia Christopher; arañaba y mordía débilmente en dirección al chico, éste sólo retrocedía a pasos cortos para evitar ser dañado.
—Parece que le gustas—. Bromeó Michelle—. ¿Por qué no le acaricias la cabeza?— dijo mientras soltaba una risa burlona y colocaba la palma de su mano en dirección al cuerpo del animal. Un destello cegó a todos y en un instante el cadáver del animal ardía en llamas.
Christopher miró a su alrededor buscando la posible causa del fuego y cayó en cuenta de que ella lo había hecho. Sorprendido la miraba como si se tratase de un fenómeno.
—Me encanta la carita de los novatos cuando recién se enteran de la verdad—. Comentaba Michelle y de nuevo esa risita burlona y molesta se escapaba de sus labios.
—¿Verdad?, ¿cuál verdad? —decía Christopher mientras miraba a sus acompañantes en busca de una respuesta.
—Ya lo sabrás, amigo —. Respondió Ulises con una entonación jovial, y sus palabras se escuchaban como si estuviese cantando. Plegaba su lanza en mitades, luego en cuartos, hasta que terminó por volverse un rectángulo de madera —. A todos nos pasa, pero con el tiempo verás que todo esto resulta divertido.
—¡¿Estás demente?! ¡¿Qué tiene de divertido ser atacado por bestias salidas de una película de terror?!
—Todo—. Dijo Bruno—. Pero ya lo sabrás a su tiempo. Digamos que hoy ha sido tu día de…—titubeó un poco mientras sacudía sus armas para que así la sangre se les resbalara del cañón y del mango—… suerte—. Concluyó.
Christopher para nada creía que ese día fuera de fortuna, al contrario: maldecía el momento en que decidió vagar por la escuela y saltarse la clase de historia. Aún así, pese a que su día estuvo lleno de peligro y haberse colocado al borde de la muerte, no podía dejar de pensar en lo emocionante que todo había sido. Nada tenía sentido, pero justo eso borraba la monotonía y la aburrida rutina diaria. Quizá Bruno tenía razón y todo aquello era una experiencia única. Pensaba por igual en todo lo ocurrido hasta el momento: las criaturas, los hombres con armaduras, las grietas abriéndose y destellando como si fuesen relámpagos, la chica. ¡La chica! Hasta ese entonces no recordaba que ella necesitaba auxilio. No sabía a quién dirigirse primero, así que miró a todos los presentes.
—¿Harás la llamada, Bruny?—preguntó Michelle.
—Le toca a Marco.
El grandote bajó la mirada, su espada que en ese entonces limpiaba con un pañuelo fue enterrada por sus poderosas manos en el suelo. Asintió mientras miraba a Bruno y de su bolsillo trasero sacó un aparato rectangular, presionó algunos botones y lo que parecía ser una pantalla, brilló emitiendo un resplandor azul. Marco llevó el aparato a su oído y pronunció unas palabras que más que nada fueron murmullos. Christopher no entendía nada de lo que hacían o decían, sus labios se habrían nuevamente para preguntar, pero de inmediato Marco habló:
—Evacuarán la escuela.
—Era obvio, hermano—. Dijo Ulises.
— ¿Quince? ¿Diez minutos?—preguntó Bruno.
Marco asintió, como si con eso respondiese por completo. El chico miraba su jersey y suspiraba, decepcionado o triste de haberlo manchado. Bruno ya no empuñaba sus armas, en su lugar llevaba un par de relojes, uno en cada mano y se agachaba para anudarse los cordones de su tenis.
Christopher, confundido, seguía sin entender nada, todo se volvía cada vez más confuso e intrigante, aún así le seguía preocupando la situación de la chica ¿habría muerto? ¿Se ahogaría con su propia sangre? La cabeza seguía dándole vueltas al chico. Sólo se encontraba de pie, mirando la escena que los chicos habían dejado a su paso: docenas de cuerpos humanoides con armadura en los suelos, los retazos de la mantis y los cadáveres de los perros que intentaron asesinarlo, la frente le punzaba, poco a poco comenzó a aparecerle un dolor en el cuerpo, en aquellos sitios en los que se había golpeado. La adrenalina había dejado de fluir y ahora todo ese daño recibido hasta entonces se manifestaba. Quería llorar, gritar o simplemente ir a su casa y despertar de lo que hasta entonces creía un sueño.
—Aún así lo hiciste bien, novato—. Esa voz gritona y desesperante de Michelle, se convertía en un susurro suave y de aprobación. Ella le daba un golpecito en el hombro a Christopher, el volteó y la chica le guiñaba un ojo apaciblemente, acompañado de una sonrisa afable —. Con el tiempo lo sabrás todo, por ahora vuelve a tu salón en lo que evacúan la escuela—. Indudablemente él asintió sintiéndose un poco más aliviado pero no menos confuso. — ¡Largo de aquí!—. <<Demasiado bueno para ser verdad>>, pensó el chico.
Se encaminó hacia el edificio gris con la mirada baja y la ropa llena de lodo, vísceras y sangre. No había tenido oportunidad de hablar con los chicos sobre la joven que había encontrado herida antes de toparse con la mantis y las otras abominaciones. Sus pasos lo alejaron del grupo, volteó para verlos por última vez más pero no vio nada anormal, sólo estaba el pasto liso y sin daño alguno, no había rastro de los cuerpos de sus enemigos ni las siluetas de sus aliados, como si todo hubiese desaparecido con un chasquido. Desvió la mirada hacia el suelo, observó un charco de sangre en la base del edificio gris y la estaca que arrojó la mantis clavada en la pared, esa escena le recordaba al principio de todo, salvo que la chica que hacía unos momentos estaba por morir desangrada ya no se encontraba allí.
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