jueves, 22 de marzo de 2012

RIFT: Capítulo V


Si no se trataba de un sueño, seguro su mente le estaba causando una jugarreta muy mala. No tenía sentido todo lo que el chico había atestiguado, al menos no tenía sentido para él, porque seguro que Michelle y los otros si lo sabían, pero de alguna forma querían que él lo descubriera por si mismo ¿violarían las reglas si se lo contaran? , ¿Qué tenía de malo que le dieran una pista? De cualquier manera el llegaría al fondo de todo esto, o cuando menos lo intentaría hasta que esa tal verdad de la que ellos le hablaban se esclareciera en gran medida.

Comenzaba a caminar en dirección a su salón, tal y como la chica le ordenó aconsejo. Ésta vez haría caso, ya que la última vez que la ignoró casi lo matan. Cuando llegaba a la esquina del edificio, un chico de su misma edad se encontraba allí.

—Christopher, ¿cierto?

El chico escuchó su nombre y asintió por inercia más que por voluntad. La persona frente a él se descolgó una mochila que llevaba a sus espaldas y la arrojó a los pies de Christopher.

—Cámbiate de ropa, no querrás andar por ahí todo ensangrentado, sucio y llamando la atención ¿verdad?

Christopher sólo pasaba la mirada de la mochila al chico, del chico a la mochila. De nuevo iba a replicar, había aspirado aire para ello y justo cuando comenzaba a articular palabra fue interrumpido.

—Es todo de mi parte, feliz RIFT— El chico soltó una risa alegre y de inmediato se retiró corriendo entre el pasto y perdiéndose entre los edificios de la escuela. Christopher comenzaba a irritarse de sobremanera, nadie le respondía nada y nunca le dejaban preguntar o al menos replicar a su gusto. Apretó los puños como reflejo de su frustración mientras observaba al chico marcharse. 
Suspiró con fuerza, pues había escuchado que con eso tranquilizaría su ira y enseguida se agachó para revisar el contenido de la mochila: tal y como el chico extraño le dijo se trataba de ropa, pero no era ropa ordinaria o aleatoria, sino que era exactamente igual a la que él tenía puesta, salvo que obviamente esta estaba limpia. Sus ojos se abrieron como platos ante lo imposible, ya que la sudadera gris que en esos momentos usaba (ensangrentada y llena de carne de abominación) le había sido obsequiada por su tío que vivía en otro estado del país y él estaba seguro que sólo podría conseguir una igual ahí, pero ahora encontraba una réplica exacta y perfectamente doblada en la mochila. De la misma manera que la sudadera, había un pantalón negro idéntico al suyo, unos tenis idénticos y hasta ropa interior del mismo color y talla. Sacó toda la ropa y la colocó en el césped, algo blanco se asomaba de la mochila, Christopher lo tomaba entre sus manos, dándose cuenta que se trataba de un trozo de papel, lo volteó y vio que tenía algo escrito.

—Cuando te cambies de ropa, deja la sucia dentro de la mochila y colócala en el suelo. Usa el pañuelo para limpiarte, nadie debe saber lo que ha ocurrido y tú debes de verte lo más normal posible. Atentamente: Jo —. Leyó en voz alta como si alguien más pudiera escucharlo. Se encogió de hombros y de inmediato comenzó a despojarse de su ropa, salvo la interior, que pese a que nadie lo miraba sintió un poco de vergüenza, así que esa la dejó intacta. Segundos después su ropa se encontraba impecable como cuando salió de casa y se dirigía a la escuela. La nota mencionaba un pañuelo, así que escudriñó la mochila y encontró una caja rectangular pequeña. Al abrirla encontró algunos retazos de tela con un olor peculiar, tan fuerte como la canela pero tan agradable al olfato como las fresas. Enarcó una ceja y sin más remedio tomó uno de los pañuelos, lo frotó por toda su cara, cabello y brazos. Una sensación de frescura lo invadió, se sentía limpio y reluciente, como rezaba aquel comercial televisivo que anunciaba un jabón para trastes.

Dobló la ropa y la metió en la mochila junto con la caja de pañuelos, dirigió la mirada hasta un arbusto y la escondió entre éste. Continuó su camino y de repente cayó en cuenta que se había guardado la nota en el bolsillo. La sacó y nuevamente miró la nota, había hecho todo lo que le ordenaban y un tal “Jo” firmaba el mensaje. Christopher se preguntaba quién era el autor de la nota, pensó que podría ser el chico que le dio la mochila y luego se fue, aunque de igual manera consideró que el sólo era un mensajero que entregaba el paquete. Por si fuera poco, en vez de solventar todo el misterio que ese día le deparaba, pareciera que todo se volvía un nudo difícil de desatar a cada segundo que pasaba.

Caminó parsimoniosamente por la escuela hasta llegar a las escaleras, hasta ese entonces era poca la gente que había visto en el trayecto. Todo parecía normal, como si nadie se hubiese dado cuenta de la batalla que se libró en el jardín tras el edificio. Christopher supuso que a eso se referían los chicos cuando hablaban de la verdad, de alguna manera las criaturas y los humanoides que salían de aquellos extraños portales de colores eran un secreto que debían de mantener. Y la verdad suponía todo ese enigma detrás de los acontecimientos de esa mañana. Subió las escaleras, los pasillos que daban hasta el salón de la clase de historia estaban desiertos. Christopher los atravesó mientras miraba por todos lados, intentado encontrar algo que no pareciera normal, pero no encontró nada, cuando se dio cuenta ya estaba frente a la puerta del aula.

Hizo cuentas y de momento le pareció absurdo que el profesor de historia y sus compañeros todavía se encontraran dentro. Al parecer durante la batalla había ocurrido por lo menos hora y media, era probable que para entonces el aula, desde la que se escuchaban voces y chirridos por las sillas arrastradas, ya estuviese ocupada por otro grupo y otro profesor. Su cerebro estaba a punto de estallarle y cohibido por la situación sólo le quedaba una cosa por hacer. Extendió la mano y empujó la puerta, dentro del aula nuevamente estaba en una escena parecida a una fotografía, era como si el tiempo se hubiese congelado, ya que cuando sus ojos contemplaron el salón en su totalidad, todos sus compañeros y el profesor seguían ahí: la clase de historia aún no había terminado.

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